Malhechores políticos
RAMON ANTONIO VERAS
En todo el país donde la impunidad garantiza las acciones delincuenciales que se ejecutan desde el poder, la política llega a ser la obra de los que no tienen ningún sentido de lo que es la honradez. Es lo que ha ocurrido aquí por lo hecho de que los que han robado ejerciendo funciones públicas no han sido sancionados. Se ha pretendido construir una democracia limpia, decente y funcional teniendo como principales actores a muchos hombres y mujeres que con su comportamiento han deslustrado la vida política, a la vez que han hecho de ella un medio para escalar social y políticamente.
Resulta penoso que dirigentes políticos que han contribuido a prostituir las instituciones y a justificar los hechos más vergonzosos, todavía hoy siguen siendo piezas claves del proceso político vigente, todo porque aquí no se ha impuesto sanción moral ni legal a los que con sus actuaciones desde el poder justificaron el crimen, la corrupción y todas las bajezas y vilezas, el servilismos y la degradación.
Están perdidos en el espacio sideral, ladran a la luna o hacen gimnasia intelectual, los que se han formado la idea de que podemos construir una verdadera democracia manteniéndose en el escenario político aquéllos que han incidido en la vida política y han controlado el poder y desde el mismo no ha hecho otra cosa que estimular el ladronismo, la cleptocracia, y otras tantas formas de "tigueraje" y rebajamiento.
Los que aquí hacen el papel de líderes y defensores del sistema social dominante han adornado su democracia de suciedad e impureza, para que en ella florezca la porquería, la basura social, la roña y todo lo impuro que puede generar un ordenamiento social en descomposición y que a medida que pasa el tiempo se hace hediondo por todas partes. El Presidente de la República que mantiene en sus cargos a funcionarios corruptos daña la democracia, da mal ejemplo a sus conciudadanos y no merece ninguna confianza de parte de los hombres y mujeres de bien.
Se deben sentir irrespetadas las personas que van a las urnas con sentido de seriedad a votar en favor de un candidato que luego de resultar electo se convierte en un buen charlatán, irrespetuoso de sus conciudadanos y apoyador de corruptos.
No se desarrollan las instituciones ni avanzan los procesos sociales cuando las acciones políticas son motorizadas por sectores, clases y capas sociales que deben su existencia al sistema que sirve de sostén a un modelo en decadencia.
Si los partidos tradicionales no han querido sacar al país del atolladero en que ellos mismos lo han metido, es porque a sus más calificados dirigentes les conviene que todo se mantenga como hasta ahora.
Muchas actividades políticas sirven para edificar a los hombres y mujeres del pueblo en el sentido de que no pueden continuar confiando en los que subestiman a las grandes mayorías y solamente las toman en cuenta cuando así conviene a sus particulares intereses, como en las coyunturas electorales, cuando son llamadas a votar por los que engañan, mienten, roban y permiten la sustracción de fondos públicos.
La política de chercha, carnavalesca, fortalece las posiciones de los que aquí han llevado la politiquería a un nivel tan bajo que lo mejor del país se avergüenza, ruboriza y sonroja con sólo pensar que puede ser dirigido políticamente por personas con sentimientos tan bajos como los que anidan los peores delincuentes y lo peor de todo es que quieren convencer al electorado de que nuevamente caiga en el mismo error de creer en los vagabundos de la politiquería.
Es lamentable que hombres y mujeres de bien formen parte de organizaciones políticas que no representan los mejores intereses del país. Los malhechores en la política de aquí imponen las condiciones porque tienen recursos económicos adquiridos desde los distintos gobiernos por medios ilícitos.
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